Cuenta la leyenda que antes de la llegada de los españoles arribaran a las orillas del río Paraná, vivía una tribu llamada “Guayaquí”, de origen guaraní. Esta pequeña familia estaba liderada por el Cacique Mayor, cuya hija única, Anahí, era una mujer luchadora y muy defensora de su lugar nativo. Amaba su tierra natal, dedicaba su vida recorriendo los bosques, conociendo los extremos más íntimos de la espesura y a todas las especies animales y vegetales de la zona. La naturaleza y lo silvestre era su felicidad.
Según la historia surgida en este pueblo, uno de los tantos originarios de la Argentina, la indiecita poseía un rostro poco agraciado con rasgos toscos y muy salvajes, lo cual le había impedido encontrar a su hombre. A pesar de ello, Tupá (dios supremo de los Guaraníes, es la deidad que creó el universo) la había bendecido con una hermosa y dulce voz, a tal punto que opacaba el canto de los pájaros. De allí, la correspondencia con su nombre que en guaraní significa: la de la voz de pájaro.
Todas las tardes de verano se dedicaba a entonar canciones propias de su raza, muchas de ellas honraban y enaltecían su amor por la Tierra. Sin embargo, la tranquilidad se acabó de golpe. El Cacique ordenó prepararse en armas.
“_ ¿Qué pasa? preguntó Anahí a uno de los guerreros ¿por qué vistes las galas de guerrero y afilas las flechas?
_Es que un peligro nuevo nos amenaza. Esta vez no son nuestros habituales enemigos los que nos atacan, sino hombres muy raros, vestidos con trajes brillantes y duros. Además llevan flechas que arrojan fuego. Tu padre no quiere avisar a los niños y las mujeres porque no sabe si son enviados por el genio del mal, o el genio del bien. O si son hombres como nosotros; y si son hombre querrán pelear. Por eso nos ordenó que estuviéramos preparados.” 1
Una nueva amenaza pero extranjera estaba por llegar. Eran los españoles que habían desembarcado con el fin de apropiarse de sus tierras y emplearlos como sus esclavos. Aquellos hombres invasores, de piel blanca, se instalaron cerca de la tribu, sabiendo que superaban en cantidad a los nativos.
El gran Cacique también lo sabía por lo que empleo una decisiva estrategia para intentar sorprender al campamento ni bien el sol se escondió, pero antes de llegar se encontraron con el enemigo abriéndose así una lucha sangrienta e infernal. Su libertad quedó restringida cuando al amanecer, las fuerzas españolas lograron el triunfo.
El destino de Anahí cambio definitivamente cuando se entero que entre los sobrevivientes no se encontraba su padre. Había caído derrotado en guerra y sepultado con una ceremonia tradicional acompañada por el dulce canto de su hija. Ni bien terminado el duelo, se reunieron los sobrevivientes para determinar al próximo líder, dado que ella aun estaba soltera.
Se barajaron muchas opciones:
“Establecer juegos de supervivencia, combates, alianzas, y muchas cosas mas, pero el tiempo pasaba y cada día desembarcaban mas españoles. Uno de los guerreros levantó la voz y dijo: _Yo sé que muchos de ustedes me van a seguir, que otros me odiarán, pero yo propongo entregarnos a los españoles y ser sus esclavos, nosotros somos fuertes y quizás algún día podremos hacer un trato, al menos viviremos, yo prefiero vivir como esclavo y no morir como un tonto.
Anahí al escuchar tales palabras, y al ver que casi todos los sobrevivientes al duro combate lo seguían, se paró en una piedra y alzando su delicada pero potente voz dijo:
_Si!, peleen y tal vez morirán, entréguense y vivirán, al menos un tiempo.
Yo lucharé con ustedes, aún mas, haremos un ejercito y atacaremos a los españoles por que prefiero morir como una valiente guerrera que cambió su vida por la libertad de su pueblo, a morir sabiendo que podría haber sido libre, pero nunca intenté lograrlo.
Y algún día, cuando nuestros hijos, y cuando los hijos de nuestros hijos nos recuerden, ellos sabrán que los españoles nos pueden quitar la vida, pero jamás nuestra libertad.” 2
Fue así que, con sus palabras, pudo convencer al pueblo indígena de atacar y enfrentar nuevamente al frente español.
La leyenda cuenta que un guerrero reconoció al causante de la muerte del ex cacique mostrándoselo a su hija. Desde ese momento, se encegueció por encontrarlo y quitarle su vida. Una noche observó que éste estaba de centinela, llevó su arco y sus flechas y le apuntó directo a su cuerpo. La flecha llegó a su destino, el guardián se desplomó herido y gritó sin cesar hasta que su cuerpo dejo de latir. Sus compañeros atentos acudieron en auxilio, pero al llegar se encontraron con su compañero fallecido. Rápidamente se reunieron para elaborar un plan de venganza para apresar al nuevo cacique. Tenían la fábula de creer que era una criatura con garras de más de tres metros de altura. Al momento del ataque, se dieron cuenta que sólo estaban enfrentándose con una mujer. La tropa española terminó apresándola y llevándosela al jefe español, quien inmediatamente ordenó llevarla al bosque atarla a un árbol y quemarla viva. Sus subordinados acataron la orden y después de abusarse de ella la sujetaron de acuerdo con lo antes mencionado y la quemaron. Su sufrimiento se convirtió en una delicada melodía que partió de su boca, la misma que había cantado en el entierro de su padre, en la que suplicaba a Tupá por su tierra, su bosque y su tribu.
La historia narra que su voz al llegar al cielo y en un acto de Tupá para llevársela consigo, el cuerpo carbonizado de Anahí se convirtió en un robusto tronco de un árbol del cual colgaban manojos de flores del color de las llamas que la habían envuelto. Esa flor fue la flor del Ceibo, que simboliza el alma pura, la valentía y la fortaleza que este pueblo logró demostrar hasta su desaparición.
A raíz de esta leyenda, surgió la posibilidad de hacer también una canción:
ANAHÍ
(Leyenda de la flor del ceibo)
Anahí...
las arpas dolientes hoy lloran arpegios que son para ti recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,
Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.
Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.
Defendiendo altiva tu indómita tribu fuiste prisionera
Condenada a muerte, ya estaba tu cuerpo envuelto en la hoguera
y en tanto las llamas lo estaban quemando
en roja corola se fue transformando...
La noche piadosa cubrió tu dolor y el alba asombrada
miro tu martirio hecho ceibo en flor.
Anahí, las arpas, dolientes hoy lloran arpegios que son para ti
recuerdan a caso tu inmensa bravura reina guaraní,
Anahí,
indiecita fea de la voz tan dulce como el aguaí.
Anahí, Anahí,
tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí.
Así fue que el 23 de diciembre de 1942, el Poder Ejecutivo Nacional, mediante el Decreto Nº 138.974, consagró oficialmente, el ceibo como la Flor Nacional Argentina.
1 y 2 http://www.lancerosorientales.com/docs/La_Flor_del_Ceibo_Leyenda.pdf
"Ceibo". Letra: Jorge Padula Perkins. Música: Alfredo Figueras. Interpretación: Elena Alonso Sánchez. https://youtu.be/Rhw_uckMg1M
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